viernes, 13 de junio de 2014

El alfarero y sus vasijas

La siguiente es una ancestral leyenda mexicana.
Ésa era la profesión de Concepción (Concho, como lo llamaban sus allegados). Desde que el sol salía, aquel hombre se dedicaba a modelar la materia prima con gran esmero, pues esa era la única manera de proveerle a su familia los recursos necesarios para que pudieran alimentarse y vestirse.

Al mediodía, caminaba alrededor de tres horas hasta llegar al centro del pueblo. Allí colocaba una manta y sobre ella ponía toda su mercancía. En ocasiones, no vendía absolutamente nada, por lo que el viaje resultaba en vano.
Sin embargo, había otras veces en que la suerte le sonreía.
Un día de esos, en la que el sol estaba particularmente intenso, se escuchó a lo lejos el galope de un caballo. Concepción levantó la vista para ver de quien se trataba y se asustó pues vio que el animal venía directamente hacia donde se encontraban todos sus artículos.
Como pudo trató de quitarlos, pero como había vasijas de gran tamaño era difícil mover las rápidamente sin correr el riesgo de que alguna de ellas se rompiera. Lo que siguió fue una verdadera catástrofe, el caballo pasó por encima destruyendo la mercancía por completo.
Desconsolado rompió a llorar. Uno de los transeúntes se le acercó y le dijo:
- ¿Qué le sucede buen hombre? ¿Hay algo en pueda ayudarlo?
- No joven, muchas gracias. Ese caballo acabó con el poco barro que me quedaba. Ahora ¿qué va a comer mi familia?
- Le aconsejo que recoja esos pedazos y los vuelva a fundir para que pueda hacer nuevas piezas.
- ¡Esto no es bronce joven, pero gracias por el consejo! Dijo sonriendo el alfarero.
Concho recogió los escombros, los envolvió en la manta y se fue a casa.
A la mañana siguiente, notó que la manta estaba vacía. Todas sus piezas rotas yacían completamente restauradas. Entonces se arrodilló y dio gracias a aquel joven, que sin duda era un ángel. Espero te haya gustado esta leyenda mexicana.

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